domingo, 1 de febrero de 2009

A la manera de Galdós

En las calles de la ciudad olvidada se asomaban, como dos serpientes vigilantes a ambos lados de la acera, diecisiete veces puntuales a lo largo de una semana, las muchedumbres que acudían expectantes la llegada de la silenciosa procesión. Las primeras filas aburridas y dominantes, tan sólo dejaban pasar a las criaturas más pequeñas y de menor edad, no fueran a quitarles la fantástica vista que tantas horas les habían costado esperar. Las últimas filas, más alegres y sumisas se afanaban por escalar posiciones y lugares, llegando incluso a coronar alféizares y pedestales. A medida que la calle tiembla por el bramido de los tambores, un murmullo excitado recorre las aceras. Ahora nada se escucha, las luces se apagan y se logra apreciar el sonido de unos lentos pasos acompasados. Sólo pipas que en la boca comenzaban a abrirse y flashes de cámaras ejercían de fondo en la quietud de esta melodía. La euforia del final de la espera se manifiesta en respeto profundo. Ni un rumor, ni un suspiro. Silencio. Los abrigos de colores dispares se rebelaban contra el uniformismo de los capirotes rojiblancos. Las caras coloradas de frío recorrían con la mirada las máscaras de los encapuchados buscando a algún amigo o conocido. La cofradía avanza tranquila pero sin prisas, la bata blanca arrastra por el suelo, con monotonía pasiva. Solo el gesto de una vela agonizante obliga a los cofrades a recurrir al gesto.

miércoles, 7 de enero de 2009

La Anorexia

En realidad no soy una experta en este tipo de temas, quizá una exposición sobre un tema que no domino, no sea mi mejor artículo, pero en base a la información que he recogido, se hará lo que se pueda.

En primer lugar, la anorexia propiamente dicha es un trastorno alimenticio caracterizado por una pérdida de peso excesiva provocada por una negación a ingerir alimentos. Las personas con anorexia suelen mirarse al espejo y contemplarse excesivamente obesas, aunque en realidad estén excesivamente delgadas. El miedo a engordar les obsesiona, temiendo ser expulsadas de un grupo o rechazadas por todos. De repente su identidad no les basta y esta se tambalea en una cuerda floja, fácilmente influenciable por los cánones ideales que aparecen en televisión. Quizá esa sea la razón por la cual el porcentaje sea mayor en mujeres de 10 a 29 años que buscan encontrar en sus cuerpos el encanto de las actrices de Hollywood. Puede resultarnos ajena a nuestro entrono, pero 1 de cada 25 jóvenes la padece.
Las principales causas de esta enfermedad suelen ser la propia obesidad del enfermo o de alguien de su entorno cercano, desencadenando ese susodicho miedo a engordar, otra de las causas más frecuentes suelen tener que ver con el entorno familiar, como la separación de los padres o un marcado distanciamiento del hogar, y también sucesos traumáticos o el fracaso escolar terminan generando este tipo de traumas.
Las personas anorexicas se niegan a aceptar que están enfermas aún cuando la degradación de su cuerpo se hace evidente. Piensan que lo que hacen es lo que deben hacer, o simplemente no lo pueden evitar. Por eso hay que estar con los ojos bien abiertos, hay que impedir que caiga otra víctima más en las redes de su propio cuerpo.

lunes, 8 de diciembre de 2008

Rubí

Ante todo, mi hermana es mi hermana, un ser diabólico con cara de ángel, una lengua mordaz que resulta empalagosa. Mi hermana es rubia, orgullosa de ello y recelosa ante el apodo, por ello hubo que disfrazar a mi rubita con el apodo de Rubí, joya roja como el fulgor de las ánimas, color que juega con su intensidad a merced de sus caprichos, la piedra preciosa aumenta su poderío y valor, a la vez que se vuelve más y más frágil. Hasta que llega la vibración de una palabra sorda para romper en mil pedazos líquidos, el hermoso rubí que es mi hermana.

Rubí tiene una corona rizada de cabellos a los que poco le gusta peinar. Sus rizos de melena de menina han decidido alisarse a través de los años, y ahora no son más que las ondas de un río que pertenecieron anteriormente a una melena de león. Mi hermana pequeña tiene los ojos grandes y curiosos, enmarcados en el óvalo perfecto de su cara pálida, esbozando con una mirada su orgullo por lo que es, será y fue. Su boca es de labios finos y rosados, que mucho tardó en hablar y cuando empezó todo el mundo deseó que fuera muda.

Mi hermana es inteligente, pesada como todos y perspicaz como ninguno. A sus nueve primaveras Rubí es capaz de encontrar cualquier cosa si se lo propusiera, no es más que una pulga en un caballo viejo y ya quieren verla competir con niños que le sacan una cabeza de altura, dos de sensatez y menos una de honestidad. No me compares a la pirita, el oro de los tontos, con la fuerza y fiereza de un rubí en estado puro.

Rubí a veces es malvada, otras veces caprichosa y cabezota las demás, pero siempre es fiel y atenta con todo, y si alguna vez la necesitas, allí estará. Aunque claro, es cotilla y su lengua es larga, si le apeteciera chantajear, utilizaría tus problemas como escudo para lograr sus propósitos de bruja buena, peor ó mucho peor.

lunes, 1 de diciembre de 2008

Remando al Viento

Remando al Viento es quizá la mejor película del director español Gonzalo Suárez, por la que ha recibido varios premios como la Concha de Plata a la Mejor Dirección en el Festival de cine San Sebastián, el Goya al mejor director y el Premio al Mejor Guión del Festival de Cine Fantástico de París. Está protagonizada por Hugh Grant (Lord Byron), Lizzy McInnerny (Mary Shelley) y Valentine Pelka (Shelley).

Cuenta la historia de una escritora que da vida a una misteriosa y monstruosa criatura, ligada siempre a la muerte de las personas que aprecia y quiere. Es un como un fantasma que avisa e incita hacia un desdichado destino. Probablemente, el mayor logro de esta película no se encuentre en la trama, sino en la capacidad de crear una historia fantástica con tinta de drama, a partir de la vida de unos personajes reales.

La película se crece en las diferentes personificaciones de los dos poetas románticos, Shelley y Byron. Shelley vive para la vida, se abraza a ella y lucha con ella, él pertenece al mundo. Mientras tanto, Byron opina que el mundo no brillaba hasta que lo pisó él, qué el es el centro del mundo y la tierra entera nació para darle cobijo a él, lo cual le hace prepotente, pero ayuda a crear unos diálogos elocuentes y magnéticos.

En mi opinión, quizá la película haya fallado a la hora de hacer hablar a la criatura que salió del relato de Mary Shelley, hay excepciones, como el "Nos vemos en Venecia" o el "¿Sabes nadar?", pero en general, es su presencia en todo mal momento lo que engrandece su figura, porque cuando las palabras sobran, una sílaba estropea estropea una hoja en blanco.

lunes, 17 de noviembre de 2008

La Carta de la Sirena

Quisiera llorar, Mar, pero los peces no lloran. Quisiera perderme en tus aguas y aprender a olvidar, pero mi corazón no perdona. Veo mi rostro reflejado en las aguas serenas de estas islas, tan frías como tu alma, Mar.

Desearía romper esa foto mía que se graba en tu espejo líquido y desvanecerme en espuma y polvo. Morir querría, si tuviera vida, mas soy sirena... mas soy inmortal.

Nos hiciste medio peces, para encarcelarnos en tus dominios salados y someternos como a esclavos. Con rostro y torso humanos, tan sólo para que se nos pudiera amar y ser la perdición de los barcos, acercarlos a las rocas con un canto maldito, obligarlos a encallar y así saciar tu voraz apetito de almas, Mar. Pero en lo que nunca pensaste es que todo lo amado, acaba aprendiendo a amar.


Sola entre las olas, aún puedo lamentar el daño que llegué a causar.

Las tormentas se alejan y a todo llega una inusual calma. Se creen seguros los marineros cuando una melodía penetra por sus oídos y arrebata su razón. Sus corazones se encogen de miedo y pasión, saben que seremos su final, y aún así los barcos se ven atrapados en nuestra sutil tela de araña. Algunos gritan de horror al reconocernos, pero ya es tarde, sus días fueron contados. Y con risa cruel, nos desvanecemos en tus turbias aguas, dejando atrás, tan sólo, el triste eco de una canción.


Fue en una ocasión así, cuando conocí a un hombre que fue capaz de esquivar las rocas que la muerte y yo habíamos escogido para su perdición. Llegó en una barca chiquita que logró llegar hasta mí y esquivar mi afilada trampa. Me embargó la curiosidad, yo era el cazador y él mi pequeña presa, y ninguna presas había osado mirarme con aquel desafío que se intuía en su mirada.

Podía haber invocado una ola que habría destrozado sin piedad su diminuta embarcación y abandonarle allí a merced de las mareas, y sin embargo dejé que siguiera con vida, dejé que se fuera. Pero al cabo de un rato me di cuenta de que esas no eran exactamente sus intenciones, no se iba; me estaba impacientando. Solamente me observaba.

Le pregunté que qué quería y no quiso contestarme, hice ademán de marcharme, pero me llamó y me dijo que esperara, que yo era hermosa. Solté una carcajada y le respondí al marinero que lo sabía, que el pecado del Mar era la belleza y que por eso los seres más horripilantes se hallaban en los abismos donde la luz ocultaba sus arrugados rostros, y de paso, le incité a que se volviera a tierra firme, porque mi paciencia tenía un límite y en cualquier momento me podía cansar y mandarle con ellos. Sonriendo sentenció que yo no lo haría, mis siguientes palabras fueron que por qué, “Porque tus ojos brillan y son dos perlas, porque jamás había observado mayor tesoro en todo el mar” respondió insolente el marinero.


Esbocé una sonrisa y acaricié con una mano mi pelo revuelto, mecido al viento. Con dos perlas comparó mis ojos, con dos estrellas comparo yo los suyos, tan lejanos y profundos que dudo que algún día pueda nadar y llegar hasta ellos. Yo le obsequié con dos perlas, jamás él me ofreció dos estrellas. Se quedó mirando las perlas mientras yo abandonaba el lugar, y me sumergía en ti, Mar. Quiso saber si me volvería a ver. Simplemente yo no le contesté.

¡Qué bien engañaste a los humanos! Adornando a tu más preciado asesino de belleza y bondad, camuflando sus atributos monstruosos. Tú no perdonas, eres cruel y vanidoso, y te enamoraste de la Tierra a quien acaricias sin cesar, a quien arrullas y escribes poemas. Pero ella es sorda y ciega, y jamás será tuya. Te odia, mezquino Mar, demasiada sangre de su vientre hiciste derramar en tus entrañas, por ello será polvo y sangre lo único que obtendrás de ella. ¡Ay, mar enamorado! Orgulloso y desesperado, te sientes humillado y engañado, tu corazón líquido se topo con uno de dura roca. Me resigno y soy tu servidora, por ello amé y luego no fui amada.


Durante mucho tiempo me pregunté que era aquella extraña sensacion que comenzaba a nacer en mi pecho, aquel fuego frío que nacía en mis entrañas. No pensaba, no veía, nada me importaba... salvo él. Sus ojos, su mirada, su rostro... y entonces, por primera vez, comprendí que estaba atada a tus aguas saladas y a tus fríos designios. Tú querías su alma, yo la quería para mí. Tú le elegistes para tu morada, yo le elegí en mi corazón. Sirena tonta, mar caprichoso; no era una buena mezcla.

Sin saberlo, le entregué mis sueños. Sin darme cuenta me robó algo más que un un beso. Volvimos a vernos, Mar, no pude resistir aquella llamada, mucho más fuerte que cualquiera de las ataduras que en el principio de los tiempos me impusistes. Deseaba tanto encontrarle, asirme a su cuello y acabar entrelazados en un beso. Sentir el roze de su piel, volver a encontrar en sus dos ojos el brillo de mis estrellas. Creía que lo entenderías.

Cuando regresé, allí me esperaba. Tenía la piel blanca y medio cuerpo se había sumergido en el agua. Estaba frió y no temblaba. No sentía, estaba gris. Los ojos entrecerrados y la mirada perdida. El rostro tan pálido y tranquilo, las manos tan inmoviles.

La barquita casi hundida, entre las rocas se había hecho astillas.

sábado, 25 de octubre de 2008

Fin de Semana

Un viernes te despiertas de un salto, te miras al espejo y sonríes, "Mañana no hay clase", te dirás mientras vayas al instituto y con los ojos iluminados, te sientas en tu pupitre a esperar que el desfile de horas no acabe pesando en tus párpados, llega después, el gran número final, un timbre vulgar e indiferente que iniciará el gran paso a tus dos días de libertad condicional, puesto que enmascarándose en la palabra "deber", siempre te han mandado algo que hacer.


Un sábado cualquiera, en este caso mi sábado, no te despiertas de un salto, ni te miras al espejo, ni sonríes, madrugar es impensable, cualquier hora es válida para remolonear un poco. Por desgracia, mi sábado tiene una hora límite, la una del mediodía, a la cual tengo estar arreglada y preparada para poder recibir mi clase de equitación. Atención a la palabra poder, pues no sólo indica posibilidad, también expresa que la haya o no, a la una, con todos sus inevitables contratiempos, tú y el caballo, tenéis que estar listos a en punto. Se entiende por contratiempos cosas tales como los atascos con el coche para llegar a la hípica, incoherentes cambios de posición en relación con las cuadras y las bridas (es decir, parece como si el caballo hubiera desaparecido, con todo su equipamiento), oportunas enfermedades o heridas que solo pueden percatarse una vez que ya te sientes orgullosa de tener a tu équido amigo elegante y a tiempo, y diversos problemas que aunque no sabes cómo, ocurren. Y aún así no puedes evitar sentirte orgullosa cuando cuentas, que al fin y al cabo, llevas diez años montando a caballo. Diez años que se esfuman cuando cometes los mismos errores que cuando tenías cinco años.


Odio las agujetas, la octava plaga, el último de los males que escapó de la caja de Pandora, el terror del movimiento, recuerdos que sufres los lunes, cuando te acuerdas que aún quedan cinco días para el viernes.