Un sábado cualquiera, en este caso mi sábado, no te despiertas de un salto, ni te miras al espejo, ni sonríes, madrugar es impensable, cualquier hora es válida para remolonear un poco. Por desgracia, mi sábado tiene una
Odio las agujetas, la octava plaga, el último de los males que escapó de la caja de Pandora, el terror del movimiento, recuerdos que sufres los lunes, cuando te acuerdas que aún quedan cinco días para el viernes.
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