Ante todo, mi hermana es mi hermana, un ser diabólico con cara de ángel, una lengua mordaz que resulta empalagosa. Mi hermana es rubia, orgullosa de ello y recelosa ante el apodo, por ello hubo que disfrazar a mi rubita con el apodo de Rubí, joya roja como el fulgor de las ánimas, color que juega con su intensidad a merced de sus caprichos, la piedra preciosa aumenta su poderío y valor, a la vez que se vuelve más y más frágil. Hasta que llega la vibración de una palabra sorda para romper en mil pedazos líquidos, el hermoso rubí que es mi hermana.Rubí tiene una corona rizada de cabellos a los que poco le gusta peinar. Sus rizos de melena de menina han decidido alisarse a través de los años, y ahora no son más que las ondas de un río que pertenecieron anteriormente a una melena de león. Mi hermana pequeña tiene los ojos grandes y curiosos, enmarcados
en el óvalo perfecto de su cara pálida, esbozando con una mirada su orgullo por lo que es, será y fue. Su boca es de labios finos y rosados, que mucho tardó en hablar y cuando empezó todo el mundo deseó que fuera muda.Mi hermana es inteligente, pesada como todos y perspicaz como ninguno. A sus nueve primaveras Rubí es capaz de encontrar cualquier cosa si se lo propusiera, no es más que una pulga en un caballo viejo y ya quieren verla competir con niños que le sacan una cabeza de altura, dos de sensatez y menos una de honestidad. No me compares a la pirita, el oro de los tontos, con la fuerza y fiereza de un rubí en estado puro.
Rubí a veces es malvada, otras veces caprichosa y cabezota las demás, pero siem
pre es fiel y atenta con todo, y si alguna vez la necesitas, allí estará. Aunque claro, es cotilla y su lengua es larga, si le apeteciera chantajear, utilizaría tus problemas como escudo para lograr sus propósitos de bruja buena, peor ó mucho peor.
